viernes, 17 de abril de 2009

Crónicas de Olavarria, el Cancherito, el Cani, el Mago y la Ban

por Roberto F.



EL RENCOR DE LEO

La verdad que ya estoy cansado de tener que responderle a este tipo que es un resentido. Pero ahora voy a contar como arranco esto, porque me tiene tanta bronca y me dispara todo el tiempo. Corría el año 1993, los Guns’n Roses eran furor, y Delem buscaba pibes para las inferiores de River. A mi casa fueron Testardini y Manolo Arive a decirle a mi viejo que me dejara viajar a Olavarria que se hacia una prueba de jugadores allá. La gente de River no iba andar por todo el país entonces se juntaban varios pibes de distintas ciudades en una prueba que duraba todo el fin de semana.
Se hizo en Olavarria porque el intendente cometeó al encargado de las inferiores de River, decía que le daba publicidad a la ciudad como si fuera el Dakar o la ciudad tuviera turismo. La cuestión es que mi viejo se acordó de Lucho Ervin, un tipo que pasaba todos los días en bicicleta por la puerta del laburo de mi papá y le decía: “ llevalo a River a Santiaguito”. Mi viejo hubiera preferido que corra para Chevrolet pero a mi me había dado por el fútbol. Accedió y fue así que me subí a la Van VW verde oliva que nos llevo a mí y a 5 pibes más hasta Olavarria. Desde Pehuajó son mas de 200km así que llegamos muertos porque la Van cada vez que agarraba un posito saltaba atrás, estaba floja de amortiguadores, y pegábamos la cabeza contra el techo.
Cuando llegamos al club había como 370 pibes para la prueba. Como éramos muchos juntaban varias categorías en un mismo partido pero a esa edad jugar con gente mas grande es muy difícil. Te ponen el cuerpo y te tiran a la mierda. Además en esa instancia en la que te estas jugando el sueño de tu vida son todos mas hijos de puta de lo normal. Sin embargo conocí a un flaco más grande que yo que era macanudo el loco. Andaba con una musculosa estirada, un short cortito con el gallito de Le coque Sportif y unas alpargatas hechas concha de suela de yute. Ahí todavía no existían las de suela de goma que usan ahora los “gauchetos”. Ahora se las ponen con un jean Levis y una chomba Polo y van al boliche con el cuenta ganado (la tirita con las bolitas que va desde el cinto al bolsillo de atrás del pantalón por así decirlo). Este pibe no era ni más ni menos que Don Cesar Polero.
Enseguida nos pusimos a charlar, me convido unos mates, me presento a los dos flacos que habían ido con él desde 25 de Mayo, ciudad que los vio nacer. Ahí me sentí mejor porque el loco como que me adopto, era como un hermano mayor en todo ese quilombo de pibes que te querían romper las rodillas para llegar ellos. En eso estábamos cuando vemos llegar a una bandita en bicicleta. Andaban todos en esa bici del asiento largo, con manubrio onda moto chopera y el caño doblado al final del asiento. Si andabas en esa bici eras pesado.

Eran 8 los monos. Dejaron la bici sin candado, se ve que nadie se animaba a tocarlas. Sacaron los botines y todos tenían tapones de aluminio largos, intercambiables. Yo mire los míos que eran unos Fulbencito con los tapones de goma todos gastados y pensé que era como pelear con un tramontina contra una espada de la edad media. El líder de la bandita vino hasta nosotros y nos dijo: Si juegan en contra nuestro y hacen un gol los cagamos a trompadas. Y si juegan a favor me la dan todas a mí. Cesar que estaba mas curtido le pregunto el nombre para saber a quien se la teníamos que dar. Obviamente que fue irónico pero el gil nunca se dio cuenta. La respuesta no se hizo esperar: yo me llamo Leo Villanueva. Ah Leonardo como la tortuga Ninja le respondió Cesar en un exceso de tomada de pelo. No, Leo contesto el matoncito. “No sabes leer o No coma, me llamo Leo” insistió Cesar que a esa altura ponía en riesgo su vida y la de todos nosotros. Las bayaspirinas con Coca Cola le habían quemado la cabeza a ese tal Leo porque seguía sin darse cuenta de la gastada.

Comenzó el partido y Cesar la rompió. Era un crack el flaco. Metió pases quirúrgicos, tiro libre al palo y dos goles con apilada incluida. En ese momento cuando mete el segundo gol un hombre que estaba detrás del alambrado grito: “es la Promesa de 25 de Mayo, vamos Polerito carajo”.

Leo se paro en la cancha y entro a sobrar el partido, era cancherito para jugar. Tiraba caños, corría poco, daba indicaciones, y cagaba a pedos a todos. No era gran cosa pero tenía el circo armado. Yo en cambio tenía en mi cabeza el mundial Italia 90. Tenía la imagen del Cani saltando patadas, corriendo como una gacela, inalcanzable. Así que la tiraba por un lado y la iba a buscar por el otro. Esquive 3 o 4 hachazos de los amigos de Leo, y metí uno tras una excelente habilitación de Cesar.

Entonces llego el peor momento, la lista de los que quedaban seleccionados. Es un momento horrible en el que el tiempo no pasa nunca, recordás todas las jugadas que hiciste, te arrepentís de las que te equivocaste, le pedís a Dios que te ayude, te duele la panza y mientras vas escuchando otros nombres y mentalizas el tuyo como para trasmitírselo por telepatía al profe que esta leyendo la lista. Como si fuese aparecer escrito aunque ellos no lo hayan hecho. Obvio Cesar estaba en la lista, fue el único de 25 de Mayo que quedo. De los pibes que fueron conmigo quedaron dos. De los amigos de Leo ninguno. Y entonces lo peor, lo que nunca hubiera imaginado. Termina de dar la lista y pregunta quienes eran Santiago Cremona y Leonardo Villanueva.
Levante la mano tímidamente. El profe dice que estaban en duda, que solo había lugar para uno de los dos y que había que definirlo de alguna manera. Un momento de mierda. Y encima con el matoncito de Olavarria. No podía ser contra un monaguillo de Tejedor o un pibe mas chico que yo (creo que no había ninguno) de Rivadavia? No, justo contra el local.
Alguien dijo de patear un penal cada uno y el que erraba quedaba afuera. A lo que respondieron con la inigualable frase “Los penales son una lotería”.
Si alguno va a ganar que sea por merito propio y no por azar. Después de muchas ideas al borracho de Olavarria, que había presenciado el partido convencido de que estaba viendo Brasil del 70 contra Argentina del 86, no se le ocurrió una mejor que definirlo en el boliche. El que lograra conquistar la mina mas linda quedaba en el equipo. Y todos en Olavarria sabían que la mina mas linda era la hija del fletero. Se las voy hacer corta para no aburrirlos. Llegamos a la tertulia, porque no había boliche, era una especie de asalto general, un baile de los de antes, y la cosa estaba jodida.
Estábamos de visitante y me tenía que levantar una mina que todavía ni siquiera había visto, sin dudas Leo corría con el caballo del comisario. Cesar me dijo cuando entramos al baile que me quedara tranquilo que él me iba a ayudar, -“va a salir todo bien pibe, el otro es un papafrita” me dijo.

Empieza a sonar Sol Negro, Sopa de Caracol, Septiembre, hasta que explota la noche con Vilma Palma e Vampiros. A esa altura ya sabia cual era la mina porque Leo no se le despegaba un minuto. Yo estaba con Cesar acodado en la barra tomando una Bieckert en lata, feísima, cuando llegan los amigos de Cesar con el cuento. Recién nos pusimos cerca para ver que le decía este botarate a la rubia y a que no saben? Le dijo que era fanático del R12 y que tenía un programa de radio que se llama “Un café con Leo” en donde siempre hablan de los Renault 12 además de hacer comunicaciones telefónicas al aire con otro programa llamado “Mi carburador cromado y yo”.
En ese momento me agrande, si esa era la estrategia de mi rival para levantarse a la chica entonces mis chances de triunfar aumentaban. Estaba ansioso, quería ir ya mismo pero Cesar me decía que aguantara, que me acordara de la paciencia de la araña. La rubia infernal estaba con una amiga, muy bonita también, bailando con pasitos preestablecidos practicados en el cuarto de ella y/o de la amiga cuando se quedan a dormir en la casa de la otra y están en pijamas. Las minas hacen esas cosas hasta que se abrazan al osito de peluche y empiezan a hablar del chico que les gusta. Yo estaba esperando que empiecen los lentos y me tiren ese tema de Bryan Adams que dura como 10 minutos. Ese lo usábamos siempre para quedarnos abrazados a la mina que nos gustaba. Era tan largo que si la chica todavía no se había desarrollado cuando estaba por terminar el tema ya le sentías como le habían crecido las lolas.
En lugar de eso entró una bandita de pibes que hacían covers. Los guitarritas eran ni mas ni menos que Serati (no Gustav sino Conejo) y Eiberman. Obviamente en esa época todas las bandas juveniles tocaban temas de los Guns. Entonces se me ocurrió acercarme a los guitarristas y decirle que me hicieran una seña antes de empezar a tocar Lluvia de noviembre. Yo ya tenia calculado que hasta el solo de guitarra de Slash finalizando la canción, tenía 5 minutos 38 segundos para bailar lento. Conejo amaga con la intro y no la hace, vuelve amagar que empieza y nada hasta que Damian me da el ok y arranca.
Yo me salía de la vaina pero Cesar me tenía agarrado del brazo y me decía: banca fiera, banca. En eso él cabecea a la amiga y esta empieza a venir hacia nosotros, nunca supe si ya lo tenía arreglado o fue tan eficaz el cabezazo a la vieja usanza. El tema es que la rubia queda mas atrás, vulnerable, desprotegida, lista para ser cazada. Ahí el Mago me suelta y me dice: dale ahora, entra y hace lo que sabes pibe. Fui sin dudarlo aunque no sabía que decirle y en la caminata no se me ocurría nada.
Nunca tuve la frase para romper el hielo, siempre improvisé. Llegue y como no tenia palabras no dije nada, la agarre de la cintura y la traje hacia mí. Bailamos, nos reímos, solo nos preguntamos el nombre. Mire de reojo a donde estaba Leo para no comerme un golpe traicionero de atrás, lo vi, me miro, mire el reloj y faltaban 7 segundos y 23 milésimas para que Damian y Conejo se desataran con la tormenta de Slash. Cuando Damian me hizo la seña no solo estaba listo para atacar sino que puse el cronometro del reloj sumergible a correr. No había tiempo que perder, era a todo o nada, a matar o morir y entonces la bese. Ella lo recibió y continuo con el beso que solo fue interrumpido por el primer acorde violento de las guitarras y la ira de Villanueva.
Se armo lo inevitable, la debacle total, volaban botellas, trompadas, la banda que se enloquecía cada vez mas y con ellos la gente. Era una catástrofe absoluta. Yo la agarre a ella para rajar de ahí pero Leo me tenía fichado. Él y sus amigos me rodeaban. La rubia al borde del llanto y yo de cagarme encima. Respire hondo y lo puse. Cross de derecha, directo al mentón. Pensé que moriría ahí mismo pero Cesar, una vez mas me salvo. Pelo un facon que le habían regalado en una carneada en Macachin, La Pampa, y al grito de “aijuna gran puta al que se acerca lo degüello como chancho overo” los ahuyentó a todos.
He aquí el porque del rencor de Leo. Con la rubia nos mandamos un par de cartas y nada más. Cesar jugo una temporada en inferiores pero un día en una jineteada el potrillo lo tiro y se rompió la rodilla. Dicen que Gallardo era suplente de él.
Yo seguí un poco mas en inferiores hasta que un día que estaba en la calle buscando un lugar para que me encuadraran la camiseta autografiada por Ramón Ismael “Mencho” Medina Bello, para un auto, y baja la ventanilla un pibe de rulos muy parecido a Cabré. Se lo había afanado al padre y venia con 3 minas arriba y música de Illia Kuliakis and the Valderramas al palo. “Veni nene, veni que hacemos la de Carlin Calvo y Ricardo Darin” y nos fuimos a La Embajada. Ese fue el principio del fin de mi carrera. Lo demás ya es historia conocida. No ha cambiado mucho, seguimos todos haciendo lo mismo.

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